30/4/09

Las listas de espera

De vez en cuando aparecen en los medios de comunicación temas recurrentes, de gran interés para los ciudadanos, tal como las listas de espera- cuya existencia casi todas las administraciones niegan- pero que son tan reales como la vida misma.

Y son recurrentes porque no se resuelven, son problemas que afectan a millones de españoles (y extranjeros transeúntes, residentes, etc.) que, por diferentes causas no se afrontan, no se ponen los medios necesarios para resolverlos.

Seguramente hacen falta más médicos, más DUEs, más sanitarios y por tanto más presupuesto. Pero no es sólo este el problema, está el no menos problemático de la actitud del funcionario de Sanidad- de un número importante de ellos- con respecto a los pacientes y a su puesto de trabajo. No vamos a estas alturas a atribuir, como se hacía antaño, una necesaria vocacionalidad en el trabajo relacionado con la salud, pero sí deberían ser conscientes de que tratan con personas. Personas que acuden con crisis de dolor, de miedo ante una enfermedad no diagnosticada, de ansiedad y, en general, un estado de cierta anormalidad y por tanto especialmente sensibles a la falta de atención, a una espera injustificable, o un trato que es cualquier cosa menos atención.

No se trata de justificar- con la supuesta falta de control, de productividad y de profesionalidad- la necesidad de recurrir a la privatización, que sí sabe rentabilizar las inversiones y controlar la productividad de sus plantillas, se trata de que esos mismos funcionarios sean capaces de entender que lo que tienen- su puesto de trabajo- es para toda la vida, y eso supone una tranquilidad, una estabilidad económica y laboral que no tienen el resto de los trabajadores, por lo que deberían conscientemente desarrollar su actividad con todo rigor y eficacia, devolviendo así a la sociedad lo que de la sociedad reciben.

Las listas de esperan se resolverían con más inversiones, más médicos y sanitarios, sí, pero también con una actitud más responsable y profesional de muchos de ellos. Y que nadie se equivoque con las informaciones que se publican, hay especialistas que dan más de dos meses de espera; de cuatro a siete meses para una resonancia; de uno a años para intervenciones quirúrgicas... y no hablemos de las horas de espera para ser atendidos en urgencias, aunque lleves la cabeza abierta.

Desde que el médico de familia solicita diagnóstico para una posible fractura de peroné al especialista, hasta que éste recibe la resonancia y diagnóstica, pueden pasar entre siete y diez meses. Mientras usted va cojeando sin saber qué le pasa a su peroné. Pero esto tiene arreglo, si quienes deben y pueden se ponen a ello.

19.11.08

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