Todos, o la mayoría, hemos tenido ocasión de participar y/o
sufrir una huelga general. Es un acontecimiento social- por la participación
masiva de la sociedad por pasiva o por
activa. Un acontecimiento que afecta y perjudica a casi todos, los servicios esenciales
como el transporte, el comercio, y el derecho al trabajo, se ven comprometidos,
limitados o directamente no se prestan.
Desde la vertiente del trabajador, trabajadores somos todos,
no sirve ya el anacrónico esquema del trabajador con mono y las manos manchadas
de grasa, la huelga es el recurso extremo, el último que le queda para intentar
lograr lo que, la negociación con la patronal o el gobierno, no aproximan
posiciones. Cuando sus vindicaciones son desatendidas o sus derechos
escamoteados y, ante la imposibilidad de avanzar un paso, se opta por ir a la
huelga se está abriendo una caja de Pandora que nadie sabe qué puede poner al
descubierto. Cuando los sindicatos convocan y organizan la huelga también saben
que corren muchos riesgos: perder credibilidad, fracasar en la convocatoria por
un escaso seguimiento, romper unas necesarias líneas de negociación con las
empresas que puede costar años restablecer. Se corren riesgos de enfrentamientos callejeros al intentar los piquetes
"informativos" convencer a otros para que se sumen, para que no hagan
de esquiroles, para que respeten el derecho de huelga de los trabajadores. Se
corren muchos riesgos, se sabe del costo en miles o cientos de millones de
pérdidas para el país en su conjunto por una parada de 24 horas en todo. o casi
todo. el tejido productivo. El riesgo seguro de crear más enfrentamiento entre
empleador y empleado... A pesar de ello, la huelga es un derecho que no sólo es
una herramienta extrema para la negociación, representa un derecho inalienable
de los ciudadanos, de los trabajadores.
El problema de la huelga es que para intentar su aplicación
general, tras convocarla, conculca el derecho de otros ciudadanos que también
tienen derecho a no participar, a no sumarse, a no estar de acuerdo con ella.
Y, de igual forma que algunos empresarios fuerzan y coaccionan a sus
trabajadores para que no participen, de igual forma que la policía carga a
veces con una violencia extrema para disolver y contrarrestar a los piquetes,
también los convocantes maltratan a empresas, comercios y ciudadanos que no
desean participar en la huelga. Conciliar ambos derechos parece misión
imposible.
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