14/3/25

La cómoda dependencia.

 



De repente las excentricidades de un matón pendiente de diagnóstico nos ponen frente al espejo de las decisiones que se tomaron por empresas y gobiernos durante décadas. Decisiones que han repercutido en la mejora de los beneficios empresariales, y en la comodidad. Nadie quiere asumir el costo de gestionar la fabricación cuando esa tarea la hacen muy bien las empresas externas, y a menor precio, con lo cual los márgenes crecen. Se han cerrado cientos de miles de empresas grandes y pequeñas reconvirtiendo sus espacios en meros almacenes temporales donde recibir y reenviar productos manufacturados, listos para su entrega. Y, un buen día, nos damos cuenta de que las redes de comunicación submarinas no nos pertenecen, que carecemos de astro puertos desde los que enviar satélites científicos y militares al espacio, que compramos todo fuera: material militar, tecnología punta, redes de comunicación... todo nos lo sirven a domicilio por un precio, pero nada es propio.
Alguien toma una decisión a diez mil kilómetros y nos dejan incomunicados, nos cierran puertos y aeropuertos, nos invaden y carecemos de elementos suficientes de defensa... 

¿Alguien piensa que una treintena de países se pondrán de acuerdo en la formación de un gobierno común, una industria compartida, una defensa comunitaria, una política exterior común, una economía común... y todo eso en un máximo de cinco años? Yo tampoco.

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