10/7/08

Tan sólo un ...

Volveré, dijo cerrando de un portazo. Y esperé, no sé cuanto tiempo, antes de abandonar la mesa del desayuno, retirar las tazas de café, la mía intacta, y tras colocar todo en el lavavajillas ponerlo a lavar, aunque estaba vacío. Como yo.
Volveré, dijo al salir de mi vida un rato antes. Mentira, otra más. Me sujeté las manos cuando me vi apretando botones en la lavadora, cuando quise enchufar el aspirador, cuando… deja, deja todo eso ahora, mujer. Salí de la cocina, mi ámbito natural, que decía él, un pasado tan reciente que sólo hace un cuarto de hora fue presente. Me acogió la dulce penumbra del salón vacío, como yo. Me dejé caer sobre el mullido sofá, cara al ventanal y, tomando uno de los grandes cojines lo abracé con ambos brazos como si fuese mi escudo protector, mi salvavidas. Y abrí las compuertas del llanto reparador. Fluyó dulcemente durante unos minutos, a continuación los sollozos rompieron los diques de contención y atronaron mis oídos y sentí lástima al verme.
Sonó el teléfono y, por pura costumbre, alargué el brazo y descolgué.
-Sí, dime- salió ronca mi voz y al otro extremo del hilo debió parecer irreconocible- insistí- dígame.
-¿Eres tú?- dudaba.
-¿Eres tú?- repetí haciendo mía su pregunta.
-Necesito verte, ahora- dudé un instante pero tomé una decisión.
-No estoy para nadie y menos para ti.
-¿Qué dices? ¿Qué te pasa, cariño?
-Pasa que Luis sabe lo nuestro, mejor dicho, cree saber lo nuestro. Cree que tenemos tú y yo una historia, un rollo.
-Y, ¿qué tenemos según tú?
-Nada, cielo, nada. Un polvo sin querer, un polvo por casualidad y nada más. Pero va a ser suficiente para romperme la vida, para destrozarme el futuro, para dejarme yerta, frágil, a punto de romperme en mil pedazos porqué él se ha ido, por nada.
-Entonces…
Colgué el teléfono sin ira. El espejo del lavabo me devolvió una imagen que no quería ver. La borré con agua, a manotazos enfrié las mejillas, y los párpados que empezaban a hincharse. Y respiré profundamente mirándome a los ojos antes de asomarme al pasillo había sonado la puerta.
-No tenían tabaco en el bar, he ido al estanco- se disculpaba mientras penetraba de nuevo en mi vida, como una bocanada de aire fresco, perfumado. Esperé apoyada en la pared la espalda, mis piernas temblaban.
-Has tardado toda una vida- aseguré con dramatismo.
-Exagerada- apoyó ambas manos en la pared a la altura de mi cabeza y me besó sin tocarme, solo un roce de sus labios con los míos resecos, temblorosos- entonces… lo del tipo ese… ¿se acabó?



Julio’08
Scila/