7/1/14

Sillonitis

Cómo se agarran a las poltronas sean reales- de rey- o tan sólo de aspirante a director general de arbitrios y tasas. Aquí nadie dimite, ni se plantea el abandono del sillón, sea el que fuere, ni por la causa que lo aconseje. Lo mismo da que sea imputado por delitos varios, por manifiesta incapacidad para detentar el cargo, o la responsabilidad, por incompatibilidad manifiesta y dolosa, o por estropicio físico, derivado de la mucha edad y las mil perrerías cometidas con el cuerpo.
Lástima daba ver, y escuchar, el balbuceo de un pobre anciano con empleo de rey que pretendía confirmar una milagrosa recuperación y lo que mostró fue la más absoluta incapacidad para desplazarse, explicarse ni convencer a nadie. Ni siquiera para mantener una mínima dignidad. 
Pero erre que erre, que él no se va, como el anciano papa polaco, que era incapaz de articular palabra, que le sacaban en procesión babeando, tembloroso, con la cabeza apuntalada y mil argucias invisibles para hacerlo casi presentable, y no se iba, y no se fue hasta que fue llamado- con urgencia- a presencia de sus jefes para una revisión de cuentas, y ya no volvió, como nadie de los que se van.
Es decir, que tenemos rey tembloroso y lastimero hasta que caiga con los zapatos puestos, hasta que se jubile su sucesor sin haber le sucedido y haya que recurrir- ya ves qué dolor- a la tercera. A la tercera República para mantener la sucesión a la Jefatura del Estado, pero ya sin dinastías de origen, francés, italiano o austrohúngaro, ni historias.

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